Alegría marineros!!
Estamos a 30 millas de la isla Decepción. La noche antártica está muy oscura, nos guiamos por la carta y en el radar ha aparecido nuestro primer iceberg a unas 12 millas al sureste. Vamos muy atentos. Hemos regulado nuestra velocidad para llegar con luz a la zona de las Shetlands. El mar está en calma, eso es bueno, deja que el radar sea más nítido y fiable. Vamos atentos.
Casi todos duermen. Son las 04:00 del 3 de marzo, empieza el cambio de guardia de parte de la tripulación. En unas seis horas estaremos entrando por el paso Fuelles de Neptuno, que nos da acceso al interior de Isla Decepción. La entrada es impresionante, con un bajo de 2 metros que nunca hay que olvidar.
Si todo va bien, fondearemos en Bahía Balleneros y pasaremos el día dando unos buenos paseos por esa factoría ballenera tan impresionante. Será la décima vez que vengo y sigue sorprendiéndome la capacidad de adaptación y esfuerzo de los humanos por avanzar y conseguir combustible. No quiero dejar pasar la ocasión para recordarnos de nuevo que el petróleo salvó a las ballenas de la extinción.

A partir de hoy empieza la parte más inolvidable de esta expedición para la tripulación. El cruce ha sido amable, pero no blando. Son cuatro días navegando hacia lo desconocido y eso, hoy en día, es muy difícil de sentir en otra parte del mundo.
¡Qué feliz me hace ayudar a hacer posible los sueños de muchos de los que navegan conmigo! Vamos a darle caña. 💪
Tercer día de navegación por la Antártida. Tengo que decir que está siendo muy intensa (como siempre). Recorrimos la isla Decepción. Debe ser la séptima u octava vez que la visito y nunca es igual. En esta ocasión, estaba llena de contrastes: muchos lobos marinos, mucha más nieve que en otras veces. No pudimos ver las fumarolas, la marea estaba alta y nos quedamos sin baño.
Mucho musgo… pero mucho. Como siga esto así, en unos años más veremos plantas y arbustos. ¡Yo creo que el cambio climático está aquí!

Bahía Balleneros es mágica, llena de intriga. Si la miras con sentimiento, te trasladas a principios del siglo XX y te la imaginas llena de barcos, chalupas, hombres de antaño trabajando muy duro, troceando ballenas, el agua de la bahía roja, los hornos funcionando sin descanso, barcos cargando miles de litros de aceite de ballena. Imagino que serían de vela y vapor…
La meteo muy dura, la higiene, el olor, las aves carroñeras, los viajes con el aceite hasta Noruega… ¡8.000 millas! Varios meses hasta allá. Los cazadores de ballenas… es algo inimaginable, al menos para nosotros, que somos unos afortunados. Quizás en zonas de África, Asia, o Dios sabe dónde, trabajan en condiciones de similar dureza en minas, en la basura, en la esclavitud… tantas y tantas personas sufriendo y luchando por sobrevivir.
Somos unos afortunados. Yo doy gracias casi a diario. No sé por qué nos ha tocado esta gran suerte. Hasta los que pensamos que no la tenemos, en realidad tenemos muchísima suerte.
Soy de los que cree que si la vida te da la oportunidad de disfrutarla y compartirla, hay que hacerlo. Y además, intentar alegrar y mejorar la de todos los que estén cerca de ti, aunque sea en un acercamiento esporádico.

Menudo tostón os he metido hoy!!! 😅
Os pido disculpas, estoy agotado, llevo muchas horas dándole caña, superando obstáculos y os tengo que decir que es maravilloso luchar y luchar, reír y compartir la fuerza y energía que tengo.
En unas horas llegaremos al archipiélago de Melchior.
Hoy tenemos niebla, pero mañana será maravilloso.
¡Qué día tan maravilloso! Bueno, pareció una semana… ¡qué montón de cosas pueden pasar en un solo día antártico!
La jornada empezó llegando al archipiélago de Melchior, un conjunto de pequeñas islas que marcan la entrada al estrecho de Gerlache. Paseo entre icebergs con formas artísticas, vista a buena distancia de una colonia de lobos marinos, algunos de ellos demasiado curiosos. Y después… 35 millas entre hielos y ballenas. Muchas ballenas. Quizás hoy vimos más de 50.
Una mañana soleada, todos disfrutando, hemos gastado toda la memoria de nuestros equipos fotográficos. Al atravesar el Gerlache tuvimos rachas de 35 nudos. Terminamos la jornada en Cuverville, donde el fondeo dio –y sigue dando– mucha, mucha guerra. Aun así, estuvimos rodeados de ballenas durante varias horas.
En especial a mí, me hicieron un espectáculo.
Ahora tenemos rachas de 36 nudos. Para que os hagáis una idea, fondeamos en 20 metros y hemos largado 150 metros de cadena. Aun así, puede ser que volvamos a garrear. Hoy van dos veces.
La tripula está feliz… y yo, más. Me gusta verles felices y valorando lo que estamos viendo y viviendo juntos.
¡Qué maravilla!
Alegría marineros!!