Un comienzo movidito

«Alegría Marineros… mi sueño, tu sueño… je, je. Esta travesía desde Fakarava hasta las Islas Gambier está siendo dura, un buen entrenamiento para lo que viene, además de una valiosa enseñanza o, más bien, un recordatorio: controlar el mar y el viento no te da mucho margen de maniobra, especialmente en travesías oceánicas.»

Navegación y Desafíos

«Hemos recorrido casi 700 millas, apoyados por el motor y las velas, navegando a contraviento, inventando nuevas maniobras para ceñir aún más. La trinqueta parece una cuchilla, su cabo casi en línea con la crujía. Pasa por dentro de la orza, qué bajo. He tenido que asegurar el mástil con un cabo para evitar que la escota lo toque cuando navegamos con un ángulo de viento de 20 grados. Aun así, con tantas olas cortas de proa, avanzar es difícil.»

Superando Obstáculos

«Quedan 80 millas y parece que nos llevará alrededor de 24 horas completarlas. No todo puede ser navegación fácil. De todas formas, esto es resultado de compromisos y prisas. Quedamos con Mattia el 19 en Gambier, por lo que estamos desafiando al mar, saltando y sintiendo cada golpe con devoción. Hay que estar muy atentos a la meteorología en la siguiente gran travesía.»

Aprendizajes y Desafíos Futuros

«No es poca cosa: 3600 millas esquivando y buscando borrascas. Ya veremos cómo nos va. Por otra parte, estoy muy emocionado con esta gran travesía. Para mí y para toda la tripulación, es un gran desafío. La tripulación está compuesta por Paula, Mattia y un servidor. ¡Vamos a llegar delgados y curtidos!»

Batallas con la Tecnología

«He estado unos días sin contaros ni enviaros nada, ya que me quedé sin tecnología. El ordenador murió hace tiempo, las cámaras del barco se desconfiguraron y mi súper teléfono también murió, de manera bastante cómica al principio, aunque luego ya no fue tan gracioso. ¡Ah, y el dron también se escapó volando y lo perdí! Así que ya sabéis, no hay que dejarme nada tecnológico, porque se rompe, se pierde o desaparece. Pobre Pedro…»

proa copérnico

Anécdota en el Atolón

«Baño del teléfono. Es una pena que os cuente esto, nunca se sabe, quizás podamos recuperar las imágenes de su accidente. Estábamos Paula y yo en el sur de Fakarava, un atolón de las Tuamotu. En el derrotero decía que no era recomendable para barcos con calado superior a 2.30 m. 
Nosotros calamos 3.20, así que nos acercamos al canal de salida del atolón para medir la profundidad real con un escandallo. Creímos que éramos más listos que las cartas. No se me ocurrió otra cosa que grabar un vídeo mientras medía la cadena y el cabo hasta el fondo del canal, a mitad de la subida de la marea (recomiendo arriesgarse cuando hay dudas de calado antes de que la marea esté alta, porque si te varas, no hay forma de sacarte). Pero si te varas despacio mientras sube, tienes cierto margen para escapar.
Si no, hay que esperar 12 horas encallado, con el riesgo que eso conlleva. Total, según Paula me estaba grabando haciéndome el gracioso y demostrando mi pericia marinera, no se me ocurrió otra cosa que soltar el ancla del chinchorro despacio para ir midiendo la profundidad en la zona más superficial y, por lo tanto, con más corriente. Pero según iba dándomelas de listo, de repente, el ancla se clavó.»

Un Final Inesperado

«El chinchorro tenía un balón debajo del agua, ¡se escuchó ‘¡nos hundimos!’! Paula soltó el teléfono en la confusión, la corriente empezó a hacer fuerza. Intentamos soltar el cabo del ancla, pero no pudimos. Ponemos el motor hacia el cabo del ancla, la fuerza de la corriente cede un poco, pero de repente, otra vez se giró el chinchorro, volvió a entrar agua casi hasta las rodillas. Paula dijo que se quería tirar al agua para bucear y soltar el ancla, menos mal que no lo hizo (tanto yo como ella pensamos que era peligroso). Volvimos a intentar la maniobra con el motor y soltamos el ancla. ¡Uf, qué susto! Tan divertido, pero de repente dije: ‘¡y el teléfono?’ Coño, el teléfono. 
Ni idea. Buscamos y el pobre estaba sumergido. No teníamos idea del desastre que había dentro del chinchorro. El pobre teléfono se empezó a calentar y acabó muriendo. Está claro que no tengo capacidad para tener y usar tecnología. Pobre Pedro, je, je. Mientras os escribo, seguimos saltando. Parece que corremos un poco más. Espero llegar mañana de día y no entrar en Gambier de noche. Me ha gustado mucho escribiros.»

Hasta pronto!

«Espero poder seguir haciéndolo y contaros la gran travesía que nos espera, desde el calor de la Polinesia al frío casi antártico del sur del mundo en 20 días. ¡Alegría, marineros! ¡Qué suerte tengo de poder compartir todo esto con vosotros! Espero veros pronto.»

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